Entropía

1 05 2010

Mi vida es pura entropía, debido a unas circunstancias u otras, la materia que conforma los hechos y personas cambian constantemente, aumentan su desorden, sin determinar por ello la resolución de sus actos o el grado de positivismo o negatividad de cada escena.

No recuerdo cuantas veces he empezado a escribir extensas frases en mi cabeza, tan interesantes y tan perdidas entre tanto caos neuronal. ¿Cobardía, falta de tiempo? Le llamaré entropía.

La entropía es esa energía que llena del deseo de hacer algo realmente increíble para uno mismo, se pierden sin quedar reflejadas de forma alguna, como un trabajo en vano. A veces me frustra ese hecho, quizás por mi afán de mantener ordenada mi vida, pero la entropía es fuerte, incluso en ese aspecto lo es más que yo misma, llega a manejar mi hábitat en contra de todo.

Es mi naturaleza y mi ser, el principio de lo que debe ser una nueva era, la era entrópica de mi vida, donde aprender que el crecer, el madurar y seguir adelante conlleva el aumento de ese factor, de forma natural y regido por las propias leyes del universo.

Si pretendemos estructurar nuestros pensamientos como si se tratase de entes milimetrados en nuestro disco duro (alguno más que otro), no conseguiremos más que toparnos con el simple hecho de que no somos así. En algún momento el desorden nos da un arrebato expresado en alegría o felicidad, y rebosará a través de nuestras pantallas para expresar que nuevamente, estamos desordenados.

El concepto de desorden que entendemos los humanos es mucho más externo y superficial del que yo aquí me refiero, pero no significa que sean dos conceptos inconexos. Las personas (o al menos yo que me conozco desde hace 20 años) nos movemos por nuestros sentidos e intuiciones. Si a través de ellos percibimos que nuestro hábitat está “en orden”, es decir, en el lugar que según nuestros propios criterios es el correcto, ese sentimiento nos va a mover a buscar estado en nosotros mismos más tranquilizador. Dicen que los genios y locos no difieren mucho en su hábitat. Quizás sean habladurías, pero ambos considero que son personas excepcionales, solo que la entropía de su vida está enfocada en ángulos opuestos. Son fuerzas en una misma dirección pero en distintos sentidos.

Con todo esto me remito a lo anterior: lo que se ve, oye, toca, huele y siente es nuestro reflejo, aquello que somos, cómo nos encontramos se ve en los fotogramas del día a día; por ello, para hallar la fórmula entrópica que nos mueva a la dirección de la felicidad en nuestra vida, tendremos que averiguar qué elementos, momentos y personas son los que nos conducen a ella, ayudándonos de lo externo para hacer saltar la chispa que nos mueve por dentro.

Koruko, 2008